El objetivo del post de hoy es intentar desenmascarar,
en la medida de lo posible, como la invisibilidad que en La Historia se ha
hecho del papel jugado por las mujeres y, más concretamente, por los logros
conseguidos gracias a las reivindicaciones de los movimientos feministas, sesgan la
concepción que tienen algunas de nuestras propias conocidas, de los derechos que disfrutan. Asumiendo
estos como intrínsecos a la persona y conseguidos por el simple hecho de
existir.
Mujer de 35 años con estudios universitarios.
Madre soltera con hijo
de ocho años a su cargo al que mantiene
con los
ingresos que obtiene fruto de un empleo.
“¡No, yo no soy
feminista!”.
Palabras textuales de una conversación de
noviembre de 2012.
Durante siglos “La Historia” se ha escrito desde el
punto de vista de los hombres, “los grandes hombres de la Historia", los
llaman: filósofos, teólogos, historiadores... ¿Por qué?, nos preguntamos. Por un lado, porque los escritos y documentos
que han llegado hasta nuestros días fueron ellos mismos quienes los escribieron
–encargándose de eliminar todo aquello creado por las mujeres y/o, en su
defecto, llevando a cabo maniobras diabólicas para intentar desprestigiar a
aquellas que de alguna manera removían conciencias-. Y, por otro lado, porque
los protagonistas de dichos escritos siempre eran aquellos señores que tenían
el control del poder y este, lo mismo abarcaba a hombres que llevaron a sus
países a guerras absurdas, como a otros que se dedicaban a descubrir tierras “vírgenes”
hasta el momento –para saquearlas y después también llevarlas a la guerra-. Por lo que, esta invisibilidad del papel de
las mujeres a lo largo de la historia, es la que ha llevado al desconocimiento
de los movimientos de mujeres y sus logros y, en este caso concreto, de las
reivindicaciones feministas.
En este S.XXI, desde una edad temprana, en los
colegios se enseña de manera rotunda, sin posibilidad de duda, –hasta que una
se vuelve un poco avispada y se da cuenta de la farsa- los hechos ocurridos,
por ejemplo, durante la Revolución Francesa, con su fantástica Declaración de
los Derechos del Hombre (1789). Se nos explican los ideales que movían la
revolución de esta época y que la mayoría podemos decir de carrerilla, e
incluso, “chapurrearlos” en francés: Liberté, égalité,
fraternité. Sin embargo, lo que no se atreven a decir, es que esa revolución, no
fue tal revolución. En realidad, fue una
mentira, fue injusta, discriminatoria y, además, llevó el machismo hasta el
límite de la abominación. Primero,
porque le negó a las mujeres participar de forma activa en su redacción, a
pesar de sus propuestas concretas y que sí promovían la igualdad y la legalidad
y porque, después, las excluyó de los derechos y privilegios que en ella se
recogían. Así, en sus líneas se recoge claramente que las mujeres estaban
dentro de la categoría de “ciudadanas pasivas”.
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Olympia de Gouges. Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadanía (1791). Guillotinada en 1793, sin derecho a defensa, por los mismos que hablaban de la Libertad, Igualdad y Fraternidad. |
De este modo, mientras a estos señores que
redactaron la Declaración, se les llenaba la boca de igualdad y legalidad lo
único a lo que querían hacer referencia realmente era a “fraternidad”. Según la
RAE la fraternidad es “la amistad o afecto entre hermanos o entre quienes se tratan como tales”.
Traduciéndolo al lenguaje cotidiano: estos señores redactaron una Declaración
en la que no sólo se apropiaban y ponían como buenos para ellos una serie de
derechos y privilegios que nadie les podría arrebatar sino que, además, lo hicieron bajo el manto de la legalidad, lo
que les otorgaba un poder inamovible e inalcanzable para las mujeres.
Teniendo todos estos datos en cuenta, no podemos culpar
a las mujeres de este siglo XXI, al cien por cien, del desconocimiento de las
reivindicaciones que fervientemente llevaron a cabo los movimientos feministas
desde el S.XVIII, así como de los logros conseguidos. Dichas reivindicaciones
estaban dirigidas a conseguir para las mujeres derechos tan básicos como: la
educación, el trabajo, derechos matrimoniales y sobre su descendencia, el voto
de las mujeres, etc. Lamentablemente, a muchas las asesinaron por reivindicar y, otras,
simplemente murieron sin haber conseguido ver sus derechos y reivindicaciones hechas realidad.
Por ello, querida amiga –la de la introducción-,
¿cómo puedes negar ser feminista si vives y disfrutas diariamente de los
privilegios por los que lucharon los movimientos feministas? ¿Cómo puedes no
sentirte representada con un movimiento, una ideología que lo que pretende es
la “igualdad” entre todos los seres humanos respetando las diferencias? ¿Por
qué en vez de dejar convencerte por las opiniones de un par de señores a los
que no les gustan las mujeres que reclaman lo que es suyo, y las tachan de “locas”,
“histéricas”, “amargadas” o simplemente intentan utilizar el término feminista
como insulto -¡oh, qué malotes!-, te detienes un segundo a ver qué es lo que
quieren estos movimientos feministas? No, amiga mía, lamento decirte que esos
derechos de los que disfrutas, aún sin darte cuenta, no te han caído del cielo
y te los han otorgado los hombres por ser tú; esos derechos son fruto de una
lucha por la devolución de lo que es nuestro.
Sólo puedo decir: excelente, claro, conciso y con argumentos basados en los datos y la razón. No hay nada más que añadir.
ResponderEliminarGracias, gracias, esto es mucho mejor que hablar de los políticos. Ya verás cuando se acerque la celebración del día de la Constitución Española... ¡qué tiemblen!
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