Mi hija
es lesbiana. Soy madre de una lesbiana. Mi hija lesbiana tiene novia. Tengo una
hija con novia. Quiero a mi nuera como
si fuese otra hija.
Cuando mi
hija era pequeña, ya me daba cuenta de que era una niña con identidad propia.
No le gustaban los vestidos, le gustaban pantalones, las pelotas (tenía una
hermosa colección), el monopatín, las carreras, los saltos, la cabriolas.
Cuando
fue un poco más mayor, pasaba horas y
horas mirando capítulos de “Xena, la
Princesa Guerrera”, a la que yo un día le di el feliz apodo de “Xena, la
Princesa Bollera”, mi hija sonrió, me
miró con cara de sorpresa, como si yo hubiese hecho un descubrimiento. Nunca he
olvidado esa cara.
Siguió
pasando el tiempo, su carácter se volvió tortuoso. Adelgazó mucho. Había algo que no iba bien y yo, no sabía qué
pasaba. La observaba, le preguntaba. No había respuesta. Pero ella, se estaba
consumiendo. Tuvo algún noviete que no cuajó e incluso hubo uno al que no le
vaticiné más de unas semanas, ya que tuvo la osadía de regalarle un bolso,
¡para hacerla más femenina!. Insensato. Yo veía que tenía amigas “especiales”.
Todo aparentemente normal, pero, yo no estaba conforme. Me dediqué a observarla
en silencio pensando y pensando qué le estaría pasando. Hasta qué alguien tan
cercano a mí como ella, me dijo que le gustaban las chicas y que no sabía como
decirlo.
Por fin
se aclaró el misterio. He de ser sincera y decir que tuve que procesar esta
información. Pero ello no impidió que tomase cartas en el asunto. Así que un
día, ni corta ni perezosa, me senté frente a ella y le solté a bocajarro:
-¿Qué te
pasa?, ¿que eres lesbiana y tienes algún problema con ello?
Hablamos
y hablamos horas. Y mi trabajo consistió en hacerle entender, que eso, no tenía
ninguna importancia para mí. Que era mi hija y que la quería por encima de todo
y que no iba a permitir que estuviese sufriendo por ello. Que me daba igual que
mi amiga tal o cual, la hubiese visto una noche por ahí tomando copas, abrazada
o besándose con su amiga de turno. Que no iba a permitir ni chismes ni
comentarios de nadie. Pues, no había nada que decir. Y que, por supuesto, no me
avergonzaba, ni veía el motivo para hacerlo. Soy de la firme convicción de que
cada uno mete en su cama a quién le da la gana y de que el sexo, no tiene
género.
Según la
conversación avanzaba, observé como sus músculos se fueron relajando. Estoy en
el convencimiento, aunque nunca he sabido si así fue, de que se quitó una losa
de encima. A partir de ahí, comencé a
llamarle “Mi bollerita linda”.
Pasado
algún tiempo, mi hija, volvió a
reverdecer. Comenzó a caminar con paso más firme. Con la mirada más levantada.
Volvió a ganar peso. Volvió a brillar.
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Obra: "Madre e hija". |
Hoy es
una flor. Bella por dentro y por fuera. Podría utilizar mil adjetivos deliciosos
para calificarla. Me bastará con decir que es una mujer buena y una de las personas más íntegras que
conozco y a la que estoy profundamente agradecida, (tanto a ella como a su
hermana), pues me han enseñado en esta vida a poner en práctica algo tan
difícil como la coherencia. Coherencia entre lo que siempre he pensado, lo que
he dicho y lo que he tenido que llevar a cabo. Porque, sin ser consciente
descubrí que yo también tenía un
leve prejuicio hacia el lesbianismo, como comprobé al encontrármelo de frente.
¿Por qué
digo esto? Pues porque desde nuestra más tierna infancia somos bombardeados con
condicionamientos culturales, sociales, etc. Se nos inculcan unos estereotipos, una serie de roles, normas, contra
las que no todos están dispuestos, saben o pueden rebelarse. Una rebelión
siempre lleva implícito sufrimiento al tiempo que es un acto de valentía. Por
eso, tuve que sacudir mi alfombra
interior primero, para desprenderme de mis prejuicios y así ayudar a mi hija en
su rebelión particular. En su acto de valentía y enfrentamiento con el mundo.
Hoy en
día, pasados los años, no tengo nada que decir al respecto. Es algo que ni me
planteo, es más, es algo que ni veo. Algo en lo que ni siquiera pienso, a no
ser en ocasiones determinadas, como la que me sucedió el otro día, en el que
una conocida me decía que prefería que su hijo fuese homosexual antes que
drogadicto. Me produjo cierta hilaridad interna, como si ser homosexual o
lesbiana fuese una preferencia que
debemos plantearnos. O como hablaba el
otro día con un amigo, que me decía, que si bien todos éramos iguales y no
debíamos ser discriminados ni por el color de la piel, sexo, nacionalidad,
creencia religiosa, opción política, etc. No veía bien que los homosexuales
perteneciesen a determinada asociación. Por supuesto, le dije que todo lo
anterior que acababa de decir, quedaba anulado ante esta afirmación y que tenía
un problema interior no resuelto si en verdad pensaba de esta manera.
El contar
esta pequeña historia ha sido para destacar el papel tan importante que tenemos
los progenitores en el desarrollo físico y emocional de nuestras hijas, en un
tema tan delicado como éste. Y digo “delicado”, intencionadamente, ya que
desgraciadamente, el lesbianismo y la homosexualidad, aún son tabú en muchas
sociedades y aún en la nuestra.
En buena
parte dependerá de nosotros que la lucha y el desarrollo y la autoconstrucción de
nuestros hijos, sea hecha desde el positivismo y el crecimiento y no desde la
negatividad y la destrucción. Desde el
amor y la aceptación y no desde el odio y la decepción.
La Púnica.
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Querida Punica. Me ha maravillado tu historia. Creo que tus hijas tienen suerte de tenerte como madre pero puedo entrever, que tu tambien eres muy muy afortunada por las hijas que tienes. Es muy dificil ser madre. En primer lugar porque si tu hijo o hija no se abre nunca podras ayudar a solucionar lo que para tu hija es un problema. En segundo lugar es una suerte que como madre respetes, comprendas, entiendas y veas como lo mas normal del mundo el que a tu hija le gusten las mujeres. Piensa, recuerda..... a lo largo de tu vida no has sentido nada especial por una amiga? Estoy convencida que todas tenemos nuestro lado lesvico. Personalmente, creo que en ocasiones me ha rondado
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