lunes, 14 de enero de 2013

Pantalones y autoestima: la perversidad de la moda.


O cómo las prendas de vestir afectan a la percepción de nuestros cuerpos.



Antes de comenzar este pequeño post quiero dejar claro que ni he cursado estudios en psicología ni intento “disertar” de manera técnica sobre las consecuencias de usar determinadas prendas de vestir. Mi  objetivo es únicamente hablar, desde la experiencia, de cómo, aunque de manera inconsciente, los tejidos de las prendas de vestir, sus tallas y su “corte” pueden llegar a hacer que nos “enfademos” con nuestros propios cuerpos y con nuestros hábitos alimenticios.


Hace tiempo leí un artículo titulado “Delgadas o gordas, porque lo dice la etiqueta” en el que se explicaba cómo las mujeres españolas pueden tener hasta tres tallas distintas, dependiendo de dónde compren la ropa. En un principio, retuve la información y no fui más allá pero, en uno de esos momentos de lucidez extrema, en los que un simple hecho cotidiano vivido en la intimidad te permite conectar ideas e ir más allá, te das cuenta en tus propias –y maravillosas-carnes, de la perversidad del mundo de la moda.


¿Quién no se ha comprando un pantalón vaquero o de algún tipo de tejido un tanto elástico? Las razones para comprarse un pantalón varían según la persona. Hay chicas que han decidido que comprarse un pantalón es una prioridad extrema, “uy, no puedo ir a trabajar otra vez con el mismo pantalón, mis compañeras de trabajo se van a dar cuenta”… Bueno, querida amiga, a lo mejor si tus compañeras de trabajo se dedicaran más a rendir y menos a la superficialidad pues, en fin… No obstante, lamento decirte que está en tus manos el que digas con total tranquilidad “¿Qué tal si se dedican más a interesarse por los frutos de mi profesionalidad y menos por los de mis compras?”. (Si uso este ejemplo de compañeras de trabajo es porque lo baso en la experiencia personal, no porque crea que todas las trabajadoras sean de esta calaña). Asimismo, existen otras razones para comprarlos como la necesidad, es decir, tener al menos dos pantalones para mientras lavas uno usar el otro, etc.



#ViolenciaSimbólica. Moda perversa.
Pero voy a resumir. Llegas a la tienda, coges un par de pantalones de la talla X, te los pruebas, y acabas saliendo a buscar otros, ya sea de una talla inferior o superior, -sólo acertarás a la primera el día en que haya una alineación de planetas-, dependiendo de la tienda donde te encuentres. Te los pruebas, te miras en esos espejos de los probadores que te permiten ver hasta el último gramo de tu trabajada celulitis y que si no estás “rápida” podrían acabar golpeando tu autoestima y hasta tus ganas de comprarte los pantalones.  Para finalmente, pasar por el proceso de ver cómo se ajusta una prenda diseñada por algún misógino que no entiende el concepto de “carne”, que es incapaz de interiorizar que las mujeres tenemos curvas y, lo que es peor, ¡que insiste en ignorar el hecho de que cada mujer tiene un cuerpo único, diferente y maravilloso! –Obviamente aquí no incluyo a las rubias teñidas cuya vida se sostiene de pasar de cirujano en cirujano y que acaba siendo un compendio de silicona y veneno de serpiente, carente de expresividad. Pero sin ánimo de ofender, ¡no soy tan cruel! Mi más sincera pena por haberse dejado convencer por semejantes estereotipos de belleza que se ajustan a los gustos de los hombres y no a la realidad-.


Los pagas, te los llevas, llegas a tu casa, los lavas y, cuando están secos te los pones. ¡PERO QUÉ DEMONIOS ES ESTO! Resulta que el pantalón que tan bien te quedaba ahora no te permite ni flexionar las rodillas porque, ¡oh, el destino!, se ha encogido, llegas a pensar. Te los pones, metes la barriga, haces ejercicio de bíceps para poder cerrar el botón y su consiguiente cremallera y empieza la conversación interna: “¿a ver si “aflojo” un poco con la comida, no? El pantalón es nuevo y mira cómo me queda. ¿Estaré ovulando? No, ya menstrué hace una semana. Pues nada, tendré que controlarme con la comida y empezar la vida sana”. Y sales de tu casa caminando cual espantapájaros ante la imposibilidad de flexionar ninguna articulación situada de ombligo para abajo.


… Pasa el día.


Y, cuando llegas a casa por la noche, ves que el pantalón ha dado de sí y lo que antes era tu segunda piel ahora se ha convertido en un trozo de tela, lleno de pliegues, en los que podrías introducir tu propia mano. ¡Pero qué significa esto ahora! Y aquí es donde entra en juego nuestra capacidad de “gestionar” los datos. Si seguimos el proceso mental de cuando nos pusimos los pantalones diremos: “ajá, todo este día a base de agua y verdura ha dado sus frutos”, aunque sabes perfectamente que es imposible bajar tanto de peso en un día. Así que vas más allá, piensas en frío y descubres la verdad, “el material con el que están hechos estos pantalones es muy, pero que muy elástico y yo he permitido que afecte a mi autoestima, culpándome de no entrar en ellos por haber comido en exceso o por haber sido tan “estúpida” como para equivocarme con la talla". En vez de ser consciente de que la culpa es, en todo caso,  de este trozo de tela con dos agujeros para meter las piernas.



Por ello, estemos muy atentas a lo que nos compramos, por qué nos lo compramos y, sobre todo, tener presente que las prendas de vestir no están hechas para que se ajusten a nuestros maravillosos cuerpos, sino para que nosotras nos ajustemos a ellos. Y eso, es tan absurdo, cómo que las multinacionales fabriquen productos y que nos los intenten vender haciéndonos creer que sirven para satisfacer necesidades que tenemos cuando en realidad sólo responden a sus ansias de lucrarse. ¡MIERDA, ES LO MISMO!


14 de enero de 2013.








miércoles, 9 de enero de 2013

#12 causas feministas para un 2013 menos machista

Porque el 2013 sea un "no parar" de brindar con licor violeta. 

Comenzó el 2013. ¿Alguien se ha dado cuenta? ¿Ha ocurrido algún acontecimiento que nos permita diferenciar a simple vista el 2012 del 2013? Quiero decir, aparte de los errores que vamos a cometer los primeros meses cuando tengamos que indicar el año en algún documento oficial.
No obstante, la tabernera de este pequeño rincón del ciberespacio quiere que este año se descorchen muchas pero muchas botellas de rico licor feminista para celebrar que se cumplen sueños, que se alcanzan objetivos o que, aunque no hayamos podido alcanzarnos la meta propuesta, podamos tomarnos un chupito de licor violeta para recuperar las energías.
Por todo ello, “me llena de orgullo y satisfacción” poder afirmar que La Taberna del Licor Violeta se ha unido al proyecto #12causas feministas para un 2013 menos machista. Un proyecto de acción global para la visibilización de los diferentes aspectos del machismo en la vida diaria de todas las personas.

#12causasfeministas

Cada mes, asociaciones, instituciones y personas de todo el mundo difundirán a la vez información sobre un tema importante para la erradicación de las violencias contra las mujeres. Desde las más evidentes, hasta las más sutiles. 
La idea es que cada mes se dedique a la denuncia y difusión de algún tema concreto.  


La Causa de enero: Denuncia la Violencia Simbólica #EneroDenunciaLaViolenciaSimbólica #12causasfeministas.

#ViolenciaSimbólica
Mi objetivo como tabernera, no es sólo presentar la causa del mes y difundirla gustosamente. Iré más allá, así que, viendo la gran acogida que está teniendo el proyecto y la cantidad de material que están aportando personas de manera individual, asociaciones, etc., prepararé cada mes un “menú violeta” que tendrá como ingredientes fundamentales las denuncias, imágenes, reflexiones, noticias… que vayan surgiendo con cada causa.


Más información: Twitter @12causasfeminis.